domingo, 28 de agosto de 2016

Visita al Palacio de Canedo el 20 de Agosto del 2016

Ya en Ponferrada y bajados de la moto, lo mejor del hostal es que tenía cafetería y antes de decirle al paisano que regentaba el negocio que teníamos una reserva, lo primero es lo primero, pedí un botellín bien frío para reponer sales minerales.
En hostal se llamaba Monteclaro y está situado en un barriada a las afueras de Ponferrada, en Fuentesnuevas, y todo muy curioso porque sin yo saberlo, en esa misma calle donde reservé el hostal sin que Sonia supiese nada de nada, nació su abuela y pasó muchos veranos cuando era una niña y en la actualidad vive una prima suya. Vamos que di en el clavo.
Barato, limpio, cómodo y con el desayuno incluido en el precio no era para sacarle más a la situación pero los parroquianos de la cafetería eran permanentes allí, llegásemos a la hora que llegásemos, estaban los mismos.




Los que más nos llamó la atención del hostal era la recepción, sobre el mostrador una amplia variedad de revistas del corazón para leer, cosa que no he visto en ningún NH o Meliá y la cabina telefónica, no de los años del Cuéntame pero si de los del destape.

Imaginaros a Fernando Esteso al teléfono.
Instalados ya y sin las maletas, pusimos rumbo al Palacio de Canedo en la localidad de Arganza. Pegaba bien el lorenzo pero como esa tarde íbamos a caminar bastante, las botas las dejamos en el hostal, íbamos en zapatillas de deporte.






 El Palacio es una gran casona situada en Canedo, término municipal de Arganza que data del siglo XVIII y formaba parte del Señorío de Canedo.
En la actualidad es propiedad del empresario José Luis Prada, más conocido como Prada a Tope, el cual tuvo que restaurarlo debido al estado de abandono que se encontraba al formalizar la compra.




Cuenta con un gran viñedo en la parte delantera y al cual con el paso de los años ha ido ampliando con la compra de los viñedos que rodeaban el Palacio.
En la actualidad el Palacio no tiene un uso exclusivo al mundo del vino, también ofrece la posiblidad de alojamiento, restauración y celebraciones.
En la tienda de la bodega se nos ofrecía la posibilidad de recorrer las viñas por 3€ por cabeza y soy partidario de que si se dispone de poco tiempo, es de apuntarse este tipo de excursiones y dejarse llevar.

Troncobus, no inspiraba confianza.
Nuestro guía se llamaba Pedro, un chaval simpático que trabajaba en las viñas los días de diario y los fines de semana en los eventos concertados con el palacio.
A esas horas de la tarde sólo íbamos los tres en ese invento raro, Pedro conduciendo y Sonia y yo detrás admirando el paisaje y atentos a las explicaciones.







Buenísimas.
Sonia atenta a Pedro.
Una curiosidad, al principio de cada fila de parras había un rosal plantado y su función no es otra que al ser una explotación ecológica y no usar productos químicos sin necesidad de ello, el rosal enferma siempre unos 25 días antes que las parras por lo cual les da tiempo de tratar la producción del agente patógeno antes de perder la producción.

Recepción y tienda.

De vuelta en recepción y pagada la excursión, volvimos a la carretera para ir al plato fuerte del día, las Médulas.

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